
Si nos vamos al diccionario, la palabra ‘’vergüenza’’, se define como ‘’una emoción dolorosa causada por una conciencia de culpa, diferencia o indecencia’’.
El psicólogo cristiano, Curt Thompson, nos habla de que la mayor parte de la gente se refiere a la vergüenza en relación a cuando nos sentimos humillados, apenados, o incómodos, y es una realidad que ocurre en nuestra cabeza incluso docenas de veces al día; un enemigo silencioso y sutil, que se caracteriza por conversar con nosotras desde que éramos niñas.
Cuando experimentamos vergüenza, estamos enviando un mensaje de huida a nuestro cerebro, es como si nos atacara esta emoción, que, en ocasiones puede hacer que se nos dificulte movernos y si, muchas veces esto también hace que nos quedemos estáticos en los planes de Dios.
La intención del enemigo, no es solo hacerte sentir peor de lo que te sientes, sino terminar con el propósito para tu vida; devorar tu universo. Nosotras fuimos creadas a imagen y semejanza de nuestro padre, Él, es un creador y nosotras, a su vez, fuimos creadas para crear. El enemigo tiene tan claro esto, que desde que tengo memoria ha usado la vergüenza para paralizarnos.
La cruz, era símbolo de vergüenza y humillación, no era sólo una forma de tortura y ejecución, sino una forma degradante de morir, tanto así, que esta era reservada para los peores criminales de la época, y, visualizada como una señal de maldición. Imagínate la vergüenza que tal vez sentía Jesús al morir de esa forma, sin embargo, pagó el precio por nuestro pecado al doblegarse delante de todos. Muchas personas menosprecian a un salvador que no se puede salvar a sí mismo, pero él tenía que pasar por todo ello, porque de no ser así, no nos sentiríamos identificados o amados de manera tan real y genuina.
Muchas veces debemos recordar que Dios nos ama de verdad, que no tiene categorías y que acepta a sus ovejas como suyas sin ninguna posibilidad de luego rechazarlas; “el es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad’’ (1 Juan 1:9).
Dios no es como la gente; no es necesario que seamos mujeres perfectas, el se encarga de esa parte en el proceso; no es cuestión de méritos, sino de valor.
En ocasiones, la vergüenza nos motiva a tapar la verdad, y nos cuesta mucho confesar, pero no hay nada mejor que la sinceridad ante Dios. Del mismo modo, la vergüenza nos hace sentir deficientes, y confesarla es una de las mejores formas de encontrar sanidad. Si hemos pecado debemos confesar; si hemos fallado, debemos confesar; si hay algo que no podemos hacer también debemos hablarlo; para resistir con la verdad, debemos hacer exactamente lo contrario a lo que siempre hacemos, o lo que el enemigo pone en nuestra cabeza: escondernos.
Jesús es el único guía que conoce nuestro pasado, presente y futuro, es el único médico que puede solucionar el problema de raíz.
A veces tenemos tantas emociones que no queremos reconocer, pero cuando lo hacemos reducimos la ansiedad, pues si identificamos la causa de esa vergüenza podemos responder de manera diferente. Recuerda que, la vergüenza no tolera la transparencia pero Dios es el mejor amigo de la verdad.
Existe la vergüenza apropiada y la inapropiada, la primera se caracteriza por sentir vergüenza porque lo que hiciste deshonró a Dios con alguna actitud o acción.
La segunda -que no deberíamos sentir-, es cuando te sientes mal por algo que no es una deshonra para Dios, o en otras palabras es cuando te afliges por hacer lo bueno, que si pasa, aunque suene irónico.
Podemos ver algunos pasajes de la biblia
2 Timoteo 1:8
“Por tanto, no te avergüences del testimonio de nuestro señor, ni de mi, prisionero suyo, sino participa conmigo en las aflicciones por el evangelio, según el poder de Dios.
1 Pedro 4:16
Pero si alguno sufre como cristiano, que no se avergüence, sino que como tal glorifique a Dios.
Ezequiel 43:10
Y tú, hijo de hombre, describe el templo a la casa de Israel, para que se avergüencen de sus iniquidades, y tomen las medidas de su plano
Una mujer viene a Jesús en casa de un fariseo llorando y lavando sus pies. Seguramente sintió vergüenza cuando Simon, informó a todos que ella era una pecadora y que no estaba bien que tocara a Jesús; pero Jesús delante de todos quitó su vergüenza y le dijo “tus pecados te son perdonados “ y seguramente la gente empezó a murmurar así que Jesús fortaleciendo a esa mujer le dice: “ tu fe te ha salvado, ve en paz “
La mejor forma de vencer la vergüenza es aferrándonos a las promesas de nuestro señor, nadie que pone su esperanza en las promesas de Dios será avergonzado.
Amiga hoy te invito a que te despojes de la vergüenza, tú no eres tu error, no permitas que el enemigo siga usando el mismo pretexto para estancarte. Dios te hizo una mujer segura y conquistadora, tú eres luz.
Lucas 7:36-50 Nueva Versión Internacional (NVI)
Una mujer pecadora unge a Jesús
36 Uno de los fariseos invitó a Jesús a comer, así que fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa. 37 Ahora bien, vivía en aquel pueblo una mujer que tenía fama de pecadora. Cuando ella se enteró de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de alabastro lleno de perfume. 38 Llorando, se arrojó a los pies de Jesús, de manera que se los bañaba en lágrimas. Luego se los secó con los cabellos; también se los besaba y se los ungía con el perfume.
39 Al ver esto, el fariseo que lo había invitado dijo para sí: «Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la que lo está tocando, y qué clase de mujer es: una pecadora».
40 Entonces Jesús le dijo a manera de respuesta:
—Simón, tengo algo que decirte.
—Dime, Maestro —respondió.
41 —Dos hombres le debían dinero a cierto prestamista. Uno le debía quinientas monedas de plata, y el otro cincuenta. 42 Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. Ahora bien, ¿cuál de los dos lo amará más?
43 —Supongo que aquel a quien más le perdonó —contestó Simón.
—Has juzgado bien —le dijo Jesús.
44 Luego se volvió hacia la mujer y le dijo a Simón:
—¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para los pies, pero ella me ha bañado los pies en lágrimas y me los ha secado con sus cabellos.45 Tú no me besaste, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. 46 Tú no me ungiste la cabeza con aceite, pero ella me ungió los pies con perfume. 47 Por esto te digo: si ella ha amado mucho, es que sus muchos pecados le han sido perdonados. Pero a quien poco se le perdona, poco ama.
48 Entonces le dijo Jesús a ella:
—Tus pecados quedan perdonados.
49 Los otros invitados comenzaron a decir entre sí: «¿Quién es este, que hasta perdona pecados?»
50 —Tu fe te ha salvado —le dijo Jesús a la mujer—; vete en paz.
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